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miércoles, 27 de enero de 2010

Ser feliz

Hoy me levanté como todos los días envuelta en un sin número de angustias, de preocupaciones, en fin, de complicaciones que yo misma creo por ese deseo absurdo de vivir a mil por hora, hacer más de dos cosas al mismo tiempo y comprometerme con más de dos personas en algo serio, como si pudiera desdoblarme o como si cada cosa la pudiera realizar en universos paralelos.
Las horas transcurrieron con la misma premura de ayer, de los últimos días, de todos estos años, pero antes de caer la tarde, mientras tuve tiempo de pensar en el autobus (gracias a que no tengo auto propio, aún tengo tiempo para pensar en el autobus) me di cuenta que como siempre todo se iba resolviendo poco a poco, con la misma facilidad con que se desata una cuerda cuando no hay nudo. Al final todo se resuelve, las problemas se solucionan, los vacios se llenan, las angustias pasan y las personas te perdonan, y te das cuenta que te preocupaste en vano, que agitaste tu corazón casi al punto de una taquicardia, que te comiste las uñas, que rompiste el papel, que estresaste a quienes tuvieron el desagrado de estar junto a ti en ese momento y lo más triste, que te salieron más arrugas por nada.
Así, si me lo preguntan a mi, la felicidad no es pequeños momentos de júbilo que se interrumpen por circunstancias desagradables, sino lo cotidiano, lo que te ocurre todos los días a cada momento, caminar al trabajo o caminar a buscar trabajo sintiendo la cálida sensación del sol en la piel, encontrarte en la calle con amigos que no has visto hace mucho tiempo o que ves siempre, recibir una llamada por teléfono para recordarte que hay algo que cumplir o no recibir llamadas para disfrutar de la paz que te da el silencio, tener cientos de correos electrónicos en tu buzón de entrada y saber que hay mucha gente que se acuerda de ti o no tener ninguno que revisar y mucho tiempo para enviar mensajes a los que quieres. Cada cosa que te ocurre es maravillosa y las que no parece que lo son más tarde se resuelven, a veces tienes la dicha de ver como todo va encajando tal como debería, a veces no, pero al final aunque no te enteres todo vuelve al cauce correcto. Eso es la felicidad, disfrutar lo que tienes, lo que vives, lo que sientes, lo demás siempre pasa y verlo pasar también me hace feliz.

viernes, 22 de enero de 2010

Como cambian las cosas

Hace poco subi a una capsula simuladora esperando sentir la increible e indiscutible sensación de realidad que sucedió cuando era niña, pero nada de eso ocurrió, al contrario fue como estar dentro de un incomodo lugar pequeño, con una gigante pantalla de televisor frente a mi que reproducía sin parar imagenes distorcionadas del espacio exterior, que no se si me produjeron aburrimiento o angustia por la claustrofobia, fue todo tan diferente, antaño la misma cápsula era un lugar mágico en el que me convertía en astronauta o corredora de fórmula 1. ¿Qué cambió tan drásticamente? ¿Acaso fui yo que he dejado de sentir o, los simuladores ya no son lo que antes eran?
Pero si han cambiado los simuladores, entonces también lo han hecho los juegos eléctronicos, los ascensores, el helado de chocolote, el algodón de azucar y los domingos por la tarde, nada es igual a lo que era, ya no saben a lo mismo, no lucen como antes, todo se siente distinto. Y entonces creo que el problema soy yo que crecí demaciado rápido, y deje atrás el mundo maravilloso que conocí cuando pequeña, lo deje atrás .... o lo dejé abajo, al nivel de mi estatura en la infancia, a tan solo un metro de altura.
Crecí para darme cuenta que el mundo aquí arriba es diferente, la gente se distancia por tonterías como el trabajo, las responsabilidades en casa, la universidad y el éxito, ya nadie rie durante horas, ni corre bajo la lluvia sin miedo a enfermar de gripe, acá no se juega en la ducha, no se construyen casas con sábanas y almohadas y todos por alguna extraña razón están pendientes del tiempo, saben que hora es, que día es hoy, que mes, que año, que año fue el año pasado y cual viene después de éste, saben que han pasado más de diez años desde que salieron del colegio, que se casaron hace más de siete años, que tienen casi treinta y pico de años viviendo, se preocupan tanto del paso de las horas, de los dias, de los meses, de los años, que ahora entiendo porque el tiempo les pasa volando.

martes, 19 de enero de 2010

Te juro que mañana lo hago...

Cada vez que dejamos las cosas que debemos realizar para mañana, para más tarde, para después, para el próximo año, para el próximo mes; el mañana, el más tarde, el después, el próximo año, el próximo mes, tardan toda la vida.
Y las cosas se posponen, las responsabilidades no se cumplen, los sueños no se realizan, las metas se frustran, los amigos se alejan y las personas que conocemos nos consideran como irresponsables, irresolutos e irremediables. Como si el mal de no cumplir con nosotros mismos no fuera general, como si quienes nos acusan no hubieran nunca pospuesto planes para después, como si la frase "te juro que mañana lo hago" no la escuchamos a diario y aún cuando sabemos que el que la pronuncia miente la dejamos pasar, seguramente porque la conciencia nos recuerda que también lo hacemos, que también la decimos, que es la puerta de escape por la que huimos cuando nos sentimos acorralados y aún cuando esa puerta de escape está a vista y paciencia de todos, nadie se atreve a cerrarla definitivamente para evitar incomodas fugas porque simplemente mañana la fuga puede ser nuestra.
Para evitar la queja constante hacia los demás por la falta de cumplimiento y la falta de seriedad, la solución es sencilla, una vez que hemos acorralado a la infeliz víctima cerremos la puerta de escape por dentro y por fuera, seguros de que ya cerrada ni aún nosotros vamos a poder atravesarla.

viernes, 15 de enero de 2010

La escencia de la existencia

Bienvenidos y Bienvenidas a este Blog que esta pensado para ustedes, todos los que se conectan al internet con ganas de aprender algo, de compartir su tiempo con otras personas y de compartirlo con ustedes mismos a traves de la pantalla como si de un espejo se tratara.
Hablamos tanto de encontrar nuestra verdadera esencia, y algunos aseguran haberla encontrado en la soledad de una montaña cerca del tibet o frente a un mar azul tempestuoso que no muchos turistas visitan o simplemente en el ombligo de un bosque espeso junto a animales salvajes que no atacan, pero para el común de los mortales, quienes aún no hemos encontrado esa esencia eternamente pérdida -que quizás no existe- tenemos el derecho de intentar buscar en otros lugares que parecieran menos sutiles, en el mágico mundo donde todo está al alcance de tus dedos y donde el punto más remoto en el universo está apenas a un click de distancia.