Hoy me levanté como todos los días envuelta en un sin número de angustias, de preocupaciones, en fin, de complicaciones que yo misma creo por ese deseo absurdo de vivir a mil por hora, hacer más de dos cosas al mismo tiempo y comprometerme con más de dos personas en algo serio, como si pudiera desdoblarme o como si cada cosa la pudiera realizar en universos paralelos.
Las horas transcurrieron con la misma premura de ayer, de los últimos días, de todos estos años, pero antes de caer la tarde, mientras tuve tiempo de pensar en el autobus (gracias a que no tengo auto propio, aún tengo tiempo para pensar en el autobus) me di cuenta que como siempre todo se iba resolviendo poco a poco, con la misma facilidad con que se desata una cuerda cuando no hay nudo. Al final todo se resuelve, las problemas se solucionan, los vacios se llenan, las angustias pasan y las personas te perdonan, y te das cuenta que te preocupaste en vano, que agitaste tu corazón casi al punto de una taquicardia, que te comiste las uñas, que rompiste el papel, que estresaste a quienes tuvieron el desagrado de estar junto a ti en ese momento y lo más triste, que te salieron más arrugas por nada.
Así, si me lo preguntan a mi, la felicidad no es pequeños momentos de júbilo que se interrumpen por circunstancias desagradables, sino lo cotidiano, lo que te ocurre todos los días a cada momento, caminar al trabajo o caminar a buscar trabajo sintiendo la cálida sensación del sol en la piel, encontrarte en la calle con amigos que no has visto hace mucho tiempo o que ves siempre, recibir una llamada por teléfono para recordarte que hay algo que cumplir o no recibir llamadas para disfrutar de la paz que te da el silencio, tener cientos de correos electrónicos en tu buzón de entrada y saber que hay mucha gente que se acuerda de ti o no tener ninguno que revisar y mucho tiempo para enviar mensajes a los que quieres. Cada cosa que te ocurre es maravillosa y las que no parece que lo son más tarde se resuelven, a veces tienes la dicha de ver como todo va encajando tal como debería, a veces no, pero al final aunque no te enteres todo vuelve al cauce correcto. Eso es la felicidad, disfrutar lo que tienes, lo que vives, lo que sientes, lo demás siempre pasa y verlo pasar también me hace feliz.